Se levanto.Caminó hacia su ventana, y abrio la tapa de madera. Ese olor clásico la hacia recordar los remotos dias de su infancia. La luz del sol podía reflejarse en sus ojos y el abello que se aclaraban y brillaban por el abrazo matutino del espectro. Observó hacia el frente y los lados, y se encontro con más ventanales de madera, que despertaban a medida que lo hacian los habitantes, y la invadió una sensación que jamás había percibido antes. Sentimientos de libertad y de necesidad de cambio ocupaban su mente, como si su alma la estuviera retando a lo nuevo, a lo desconocido.

Tomó una maleta. No muy grande, no muy pequeña. Lo suficiente como para guardar sus sueños, sus esperanzas, sus ganas de vivir y su fiel curiosidad por conocer lo nuevo, y caminó hacia la puerta, No sin antes dejar encima de una pequeña mesa, al frente de la ventana y atrás de su sencilla cama. Una carta, que, espera ella, sea leida por todos aquellos que alguna vez se interesaron, o aún se interesan, en saber qué es de la vida de aquella chica de la casa de paredes rosa.

Dejó la puerta, también de madera, Abierta, y se dispuso a caminar, buscando ese lugar especial, donde muchas penas se olvidan y la alegria vuelve. Caminó. Caminó de manera constante, implacable, con todas sus emociones y anhelos en su mochila. Sus vecinos la veian y no obstante, cuchicheaban unos a otros. No sabían de aquella chica de la casa de paredes rosa, jamás la habían visto salir de su casa. Solo, contemplar el pueblo, desde su viejo ventanal de madera.

Pero ella caminaba, no parará, nunca más. Y en el camino se encontró con mucha burla, mucha frustación. Sentimientos que la querían de nuevo en su imperio de color rosa y madera vieja. No parará, nunca más. Estaba cansada, la exuberancia y magnifiscencia del bosque se convertían nada más que en enemigos. Como si se la tuviera en una jaula y no se la dejara salir. Agotada, sin energía y asustada, con sentimientos negativos y de culpa acerca de que dejar su lado seguro en el mundo era una mala idea. Siguió caminando por ese bosque salvaje. Sus tormentos de vida diarios, desaparecieron. Solamente, tenía una meta en la mente. Escapar de todo. No, No parará, Nunca Más.

Se aproximaba a un claro de bosque. Chico, pero hermoso en verdad. Sintió afan, y como una orden de cualquier sistema en su cuerpo,sus pies comenzaron a trabajar muy rápido. Comenzaba a sentir el implacable galopar en su corazón, como guerrero y su fiel corcél. Corría, corría muy rápido, velocidades jamás alcanzadas, hasta que entró al claro. De repente, como por arte de magia, sintió una agradable sensación de paz, que acrecentaba a medida que sentimientos de felicidad y satisfacción dominaban su cuerpo. Decidió abrir su maleta, y lo que llevaba adentro se combinó con el entorno, formando una armonía imbatible. Y, pot primera vez, sintió que hacer algo diferente todo y a todos, era una magnífica idea. Se quedó, en ese claro de bosque perfecto. No volvió más al pueblo, que consideraba su hogar y su unico contacto con la realidad, que se había convertido finalmente en nada más ni nada menos que en una carcel para su alma y sus buenos sentimientos.

Al pueblo, llegaron la desdicha, la ira, la frustración que la intentó invadir, el miedo y muchos mas sentimientos negativos, queriendo entrar a ese imperio rosa abandonado. Muchos en el pueblo, no se atrevieron a acompañarlos, por que la leyenda decia que la chica que vivía ahí estaba loca. Así que estos sentimientos entraron, en companía de los más hipócritas y chismosos del pueblo, que por supuesto, tenían que tener la exclusiva del contenido de la carta. Una mujer vieja, de las de peores sentimientos en el pueblo, la más hipocrita, zalamera y chismosa, tomó la carta y la abrio de una buena vez. Y comenzó a leer.